Lo mío fue excesivo, me hago cargo de eso. Pero ¿sabés qué? no me arrepiento ni un poco. Por las circunstancias está clarísimo de que jamás nos volvimos a ver, pero estoy convencido de haber hecho lo correcto, y hasta pienso que algunos me han agradecido en secreto.
Admito que en el fragor del momento me dejé llevar por la calentura del partido, pero peor estuvieron ellos, eh. Porque cuando te cuentan los hechos así nomás, me hacen quedar como un tremendo hijo de puta, pero hay que ver también qué pasó del otro lado. Y ojo que con esto no estoy justificando el ojo por ojo, diente por diente, que quede claro eso.
Hagamos así, te cuento todo ahora, no voy a omitir detalle, ni a edulcorar los hechos, y a cambio pido que antes de condenarme analices la historia completa. Y ahí si, ya con las cartas sobre la mesa, aceptaré cualquier castigo que se me imponga, porque como no me arrepiento de lo que hice, es honorable responder por los actos de uno... y eso que ya pasaron 20 años, pero está en vos si estas cosas prescriben o no.
Lugar y hora, playa de Villa Gesell cuando empieza a caer el sol. Un grupo de pibes de entre 18 y 20 años arman un picadito de 9 vs 9. Ya sabés cómo es, grupos de amigos de a tres, algunos de a dos, y otros solitarios. En mi equipo quedó un solitario, que hizo lo que muchos hacen en esa situación, intentar desplegar un fútbol merecedor de continuos pases de gente no amiga, convirtiéndose rápidamente en el morfón. Entonces de arranque nomás ya estaba recaliente. Pará, no me pongas esa cara, quedamos en que ibas a escuchar toda la historia antes de juzgarme. Yo sé que dije que me dejé llevar por la calentura del partido, y que ahora me contradigo al declarar que antes de que haya partido ya estaba enojado. Sí, y ya vas a ver por qué.
Cuestión que ya estaba recaliente y todavía no había tocado la pelota. Nuestro primer ataque vino por la izquierda, por donde estaba yo. Una pelota larga, un rechazo del defensor que quedó corto, y el morfón tenía todas las intenciones de hacerse con la pelota.
Para que quede claro, esto sería una cancha de 8 o 9 y la zona donde transcurre la acción sería tres cuartos, por el lateral izquierdo del ataque. La pelota rechazada torpemente hacia afuera, y luego de un pique o dos quedó girando sobre su eje, pero casi sin moverse del lugar, como un trompo, producto de un defectuoso cabezazo.
Yo estaba pegado al lateral, que para el caso era la orilla del mar, y de frente al arco, ¿Me entendés? Si voy derecho y le pego sale en diagonal directo al arco. Y esto que confieso ahora es importante, el quid de la cuestión, porque en definitiva es por lo que se puede juzgar la magnitud del acto y sus consecuencias: nunca dudé en hacer lo que hice.
La pelota girando sobre sí misma, o sea que el coeficiente de fricción acaba de reducirse. Estoy de frente al arco, sin rivales cerca lo único que puede detenerme es el morfón, que se giró en búsqueda del balón. Yo grité, y eso lo pueden confirmar todos los presentes, no sólo del partido, sino de toda la playa.
¡DEJÁÁÁ!
Y corrí a la pelota. Mirá si no habré alzado la voz, mirá si no habré salpicado con saliva con mi grito, mirá si no habré tenido los ojos fuera de órbita, mirá si por ese instante no habré medido 2 metros, que el morfón que estaba decidido a ganarse un lugar en el equipo, a demostrar que gente que no es amiga se la podía pasar, se hizo a un costado.
Sin dudas debe de haber sido la pegada más fuerte que hice en mi vida. Los defensores se corrieron al ver venir la pelota. Más bien se escaparon. Y no estoy exagerando, porque justamente si no hubiese sido tan violento el tiro, tan falto de misericordia, no se me juzgaría como se lo hace.
El desprevenido va a afirmar que le pegué de rastrón. El improvisado te va a decir que le pegué tres dedos, a lo Chelo Delgado. El entendido le va a responder que ni en pedo fue tres dedos, porque la pelota salió derecho, sin efecto, y que fue más bien de cachetada, casi como si fuese tres dedos, inclinando un poco el cuerpo, porque sino no hay manera de lograr esa brutalidad en la pelota. El tiro fue un cañonazo directo al segundo palo del arco. Y la verdad, qué querés que te diga, fue perfecto, y ojo que acá no se trata de ser modesto, porque al menos en este caso, agrandar la proeza, o en este caso la fuerza, no enaltece al creador, por el contrario, lo condena. Hubo una cuota de suerte, porque en esto salió muy bien algo que si salía mal, la historia era otra.
Porque así como te admito que quise pegarle lo más fuerte que pudiese, sin compasión alguna, la idea era que vaya lo más al ras del piso posible, de la arena en este caso. Eso era lo más difícil de lograr, y salió. Porque ese pelotazo salvaje tenía como único fin que llegue hasta el pibe de 8 o 9 años. ¡¿Cómo le vas a pegar así, animal, no ves que hay un nene?! Eso lo pensaron todos, aunque nadie se animó a verbalizarlo, no hizo falta.
Sí, es verdá, había un nene y lo mío fue criminal. No reniego de eso, pero lo mío fue docencia. Porque yo también tuve esa edad cuando me empezaba a colar en los picaditos de los más grandes. Con más ganas que fútbol, con más maña que fuerza, me dejaron jugar. Pero a mí no me mandaban al arco, jamás, a mí me mandaban a jugar arriba.
¿Entendés ahora por qué estaba recaliente cuando empezó el partido? Hay que ser muy hijo de puta para poner a un pibe en el arco de un partido de grandes. Así se convierta en el futuro arquero de la selección, esa no es manera. Yo no rompí ningún código, fueron los compañeros de equipo de ese pibe, de ese pibito con guantes de arquero, los que lo dejaron solo entre los dos buzos que hacían de palos. Esos compañeros de equipo que ni siquiera tuvieron los huevos de parar el misil teledirigido que salió de mí pie derecho.
Obvio que fue gol, el pibe ni puso las manos, y lo grité para que no queden dudas de que había que cobrarlo. Hasta mis amigos me miraron de reojo, pero yo siempre supe lo que hacía. Gracias a lo que hice, y a que el tiro fue bajo y no le arranque la cabeza, el pibe miró al resto del equipo, murmuró algo, y salió del arco.
Ahora sí, yo acepto la pena que se me imponga, y será cumplida con honor. Pero quiero que nadie más se haga el gil, y que se juzgue a todo el equipo que puso al pibe en el arco... que eso no se hace.