El fútbol como hilo conductor.

Confianza

Partamos de la base de que a Pepe nunca me lo banqué. Es cuestión de piel, a veces no hace falta compartir demasiado junto a un desconocido para saber de inmediato que es mejor mantener distancia. No es necesario entrar en debates políticos, ni charlas de filosofía, o controversias artísticas. Simplemente es (como dije antes) cuestión de piel.

Para colmo a Pepe lo conocí primero dentro de una cancha de fútbol. En gran medida por mi personalidad ermitaña en el laburo, no me avergüenza decirlo ni me enorgullece. Tiendo a encerrarme en mi propio mundo, y no había notado que hacía unas semanas había un nuevo compañero en el piso. Es verdad que nuestros escritorios no estaban cerca, y que teníamos horarios de almuerzo muy diferentes. Lo paradójico fue que yo me sumé al fútbol de la oficina después que Pepe, que lo hizo ni bien llegó, en gran medida por su personalidad.

Los equipos estaban ya pre armados, eran siempre más o menos los mismos de un lado y del otro, y por suerte ambos llevábamos remeras de colores opuestos. Él jugaba de pescador, y le salía más o menos bien porque se tenía confianza. La mayor cualidad que puede tener un delantero es la confianza en uno mismo para hacer goles. Y este tipo la tenía, al punto de festejar cualquier gol como un acto de destreza individual digno de los anaqueles de la historia del fútbol mundial. Y sus hazañas eran vociferadas al día siguiente en la oficina, tal vez para impresionar a alguien. Me apiado de este tipo de personajes (porque los hay en casi todas las oficinas) al considerar que necesitan impresionarse a sí mismos con lo hecho la noche anterior, dejarse llevar por lo fabulado e improvisado, enamorarse de su propia voz y relato, ya que esto tiene más dignidad a pensar que el objetivo de tales historias sea concretar una cita de índole romántica.

Ya teníamos un par de partidos enfrentados cuando una noche se sumó a jugar Rodri, quien nunca había venido estando yo en cancha. Hacíamos movimientos precompetitivos cuando escuché a Pepe hablar despectivamente de él, algo así como que era un muerto que no quería en su equipo, porque si bien los equipos ya estaban armados con una base fija, todas las semanas había tres o cuatro que había que acomodar en el momento por las distintas ausencias circunstanciales. La cólera se apoderó de mí, e hice lo que cualquier amigo y jugador de fútbol haría en mi lugar. Fui rápido con Rodri, y le dije:

– Che, ni se te ocurra ponerte otra remera, vos hoy jugas con la negra en mi equipo, decí que no trajiste otra si te quieren cambiar, ¿ok?

– ¡Dale!

Seguramente pensó que el único motivo de mi pedido era por la amistad que ya estábamos entablando hacía un tiempo, y que mi única y noble idea era compartir un partido juntos. Como bien definió Alejandro Dolina, en un partido de fútbol es mejor perder con amigos que triunfar con desconocidos. Idea que comparto y que cultivé durante muchos partidos... pero esa noche yo quería ganar con un amigo.

Porque lo que Pepe no sabía de Rodri, a pesar de que ellos sí se sentaban a un par de metros de distancia, era que Rodri no veía bien. Tenía que operarse de la vista, y le costaba mucho ver de lejos y media distancia, y más si era en una cancha abierta de noche con luces artificiales, de las que el encargado del complejo no prende todas para ahorrarse unos mangos. Lo que seguramente Pepe intuía era que Rodri tampoco se lo bancaba a él, por las mismas razones que enumeré.

Con Rodri confirmado para los negros, faltaba algo de táctica:

– ¿De qué jugás? ¿lateral derecho?

– Ponele, no soy muy bueno, hago lo que me sale.

– Ok, entonces hacé esto, jugá de lateral derecho, sin miedo a nada. Cuando marques hacelo con confianza, que yo me paro al lado tuyo, de 8 o de 5, y siempre voy a estar ahí para que me la pases cuando recuperes la pelota. Y cuando tengas ganas y aire, vos mandate para arriba y esperala que si puedo te la tiro para que mandes centro o definas vos.

No olvidaré jamás la sonrisa de Rodri, que calculo que por primera vez en mucho tiempo alguien se apoyaba en sus cualidades futbolísticas. Es verdad que me había movilizado un sentimiento más bien oscuro para elaborar estrategias y tácticas, pero todo lo que le dije se fundamentaba en lo más básico. Si Rodri no puede ver bien, ¿qué va a hacer cuando tenga la pelota en los pies? Quise hacerle olvidar ese problema porque el que iba a estar cerca para recibir un pase iba a ser yo. Y además le dije que suba, porque se la iba a pasar.

El partido empezó, y a los pocos minutos del arranque sucedió la primera intervención, con un corte seguro en el lateral derecho, y pase corto para mí, que salí jugando por el medio. Un rato más tarde, nuevo corte de Rodri yendo al piso, y nueva descarga en un giro rápido hacia mí, que termina en un pase en profundidad al 9, y gol con definición cruzada de calidad al lado del palo. Salida desde nuestro arco, el central se la pasa a Rodri, quien luego del control me la pasa y se va al ataque, llevándose consigo la marca haciéndome el traslado más sencillo. Nueva aparición, esta vez anticipando un pase, y buscando la pared conmigo, que se la devuelvo, llegando él antes que la marca y manda un centro que no encontró receptor.

Ya era alevoso. El equipo blanco dejó de atacar por su izquierda, Rodri era dueño total del lateral. Ahora los blancos se equivocaban ante su presencia, porque no sabían lo que era capaz de hacer. Esta vez llevo yo la pelota, y antes de hacer un enganche hacia adentro lo veo correr por el lateral, sorprendiendo a todos en ataque. Se la paso profunda y voy en su ayuda, porque van rápido a barrerlo. No hizo falta que me la pase, porque en un instante de inspiración pasó la pelota de pie a pie dejando en ridículo al lateral izquierdo rival. Levantó la cabeza para avizorar el arco. Le pegó fuerte, y la pelota se fue afuera por un metro haciendo sapito. Merecía el gol, que no llegó porque Rodri estaba de lateral derecho y en esa posición son escasas las oportunidades frente al arco.

Él sabía lo que tenía que hacer y creía poder hacerlo, pero había alguien en la cancha que también confiaba en que él podía hacerlo. Pepe pensó que era un muerto porque jugó una vez en su equipo, y seguramente como pescador que era jamás le llegó una pelota producto de una acción de Rodri. Yo pienso en que si a alguien que tiene limitaciones, futbolísticas o físicas, le decís cómo jugar, o cómo acoplarse al resto del equipo, no sólo lo puede hacer bien, sino que pronto va a mejorar. La sonrisa a Rodri le llegó luego de nuestra conversación segundos antes de empezar el partido y le duró unos cuantos días después de terminado. La sonrisa a mí me llegó cuando oí el grito de Pepe:

– ¡Este hijo de puta está jugando el partido de su vida! ¡No jugó así la otra vez!

Y me dura hasta el día de hoy.

Por , .

Licencia Creative Commons "Confianza" por Nicolás Flores se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional, en ContraATAQUE.

Es decir, se permite compartir, copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato, adaptar, remezclar, transformar y crear a partir del material para cualquier finalidad, incluso comercial, siempre y cuando se reconozca adecuadamente la autoría, se proporcione un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios. Puede hacerlo de cualquier manera razonable, pero no de una manera que sugiera que tiene el apoyo del licenciador o lo recibe por el uso que hace.

¿Te gustó?

Compartilo por: Whatsapp Email Facebook Twitter

Y contame qué te pareció por email a info@nicolasflores.com.ar.