Imagine que es la mañana de un sábado de clima primaveral, sin importar lo que marque el calendario. Un sol que no hace transpirar al estar uno a su merced, con un cielo despejado o con alguna nubecita sin lluvia. No olvide la tan necesaria brisa y los aromas.
A eso añada una cancha de fútbol, pero debe ser una de potrero o de un parque, lo que más le guste. No es un capricho, es importante que sea así. En su mente no debe haber una cancha de fútbol con límites marcados, no. Debe haber pasto, tierra, quizás algún arco de verdad, de esos medio podridos u oxidados ¿por qué no? Aunque usted y yo sabemos que los arcos en estos lugares se hacen con piedras, ropa o bolsos.
Ya toma forma, ¿no? El lugar, el clima, la cancha. Ahora debe agregar gente. Quiero que imagine un lindo partido, lo más realista posible. Yo sé que usted en este ejercicio mental, al decirle “lindo partido” ya preparó un 11 contra 11, pero el objetivo principal es lograr una representación fidedigna, por lo que un 8 contra 8 es más común y fácil de encontrar en estos escenarios públicos. Ayude a la mente con algunos rostros familiares, creo que así lo soñado podrá prolongarse por más segundos, minutos para los privilegiados. En rigor de la búsqueda de algo factible, no serán 16 caras amigas, podrían ser quizás 10, pero para hacerlo realmente interesante (ya verá por qué, sígame en ésta) que sean solo 4 o 5 los rostros conocidos. Los restantes serán compañeros de turno y rivales anónimos, gente que estaba en el lugar y se junta para jugar un partido.
Voy a subir la exigencia. Imagine que justo antes de arrancar, los que se pararon del lado contrario al suyo avisan que son un equipo que empezó a entrenar hace poco para un torneo, y que les vendría bien que se juegue en serio, así les sirve como entrenamiento. Jugar en serio quiere decir que no hay que tener clemencia, si hay que hacer un gol se hace. Pero también está claro que nadie tiene que lastimarse, por lo que se debe jugar en serio pero sin mala leche.
Debe concebir un partido donde hay que estar concentrado, le están pidiendo casi un partido por campeonato. No se deben cometer errores evitables, hay que presionar en las pelotas divididas para recuperarlas, y si la energía lo permite hay que bajar para perseguir todas. El gol vale uno siempre, no hay espacio para hacer una de más para que sea más lindo, a esto se refieren cuando piden que no haya clemencia ante la oportunidad de marcar.
No olvide que el rival se conoce y entrena, por lo que está bien incluir jugadas preparadas, pequeñas sociedades y, dato no menor, cada rival tiene una posición fija en la cancha. El delantero será siempre delantero, el volante de recuperación también. No rotarán de posiciones porque para un campeonato cada uno sabe de qué juega mejor en la cancha, y hasta habrá un arquero de oficio.
Imagine que estos rivales que se conocen, aparte de todo lo ya mencionado, juegan con la cabeza levantada. Dése cuenta que es un partido donde hasta habrá marcas personales, porque luego de unos minutos de análisis ellos se ponen de acuerdo y tratan de enmendar los errores que cometieron. Proyecte dos tiempos...
Creo que ya di suficientes elementos para ayudar a elaborar la fantasía del partido ficticio. De una u otra manera ya unió situaciones, roces, paredes, despejes, goles. Seguro que se mezclan con partidos ya jugados, ya vividos. Goles y gambetas que quizás hizo esta semana que pasó, en el último partido jugado. La asistencia de un amigo que vió cómo usted eludía la marca y quedaba sólo frente al arco. Y su gol.
Ahora que tiene un par de segundos de un partido que nunca fué, le digo que eso que imaginó es errado. Porque, a propósito, omití el dato más importante de todos. Sepa entender que no es mi intención hacerle perder el tiempo, es que no se me ocurre una mejor manera de demostrarle mi punto.
El dato ignorado por usted, es que ese equipo que pide que se juegue en serio, tiene a todos sus integrantes con una discapacidad en el oído. Algunos no oyen nada, otros muy poco y gracias a un implante coclear. Esas situaciones que imaginó, esos roces, esos mano a mano, esa atajada salvadora, ese palo inoportuno, ahora debe representarlas sin las voces del rival. Porque por obvias razones ellos no hablan entre sí ni gritan.
El resto de los hechos son reales. Ellos juegan con la cabeza levantada porque deben ver más que aquellos que pueden reaccionar a un grito de "¡atrás!", "¡cambiala!" o "¡te van!", y es verdad que estar con la cabeza levantada todo el tiempo los hace jugar con un ritmo a veces un poco más lento, pero para compensar ellos aprendieron a desmarcarse en los momentos justos, a dar pases largos y a saber parar esos pelotazos (cosa que muchos deberían de aprender). Tienen jugadas preparadas, como cualquier otro equipo que se conozca entre sus integrantes, pero de vuelta el principal motivo de dichas jugadas es porque saben que eventualmente les tocará jugar a ciegas, pero reflexione un segundo en que en este contexto “a ciegas” no solo quiere decir que uno pierde momentáneamente de vista a sus compañeros en el fragor de la gambeta, sino que tampoco pueden oír la oportuna indicación posicional, como los ya mencionados "¡atrás!", "¡cambiala!", o “¡acá!”, que a los que oímos nos dibuja de un súbito un mapa de los compañeros. Hay pequeñas sociedades, porque se sobrevive mejor de a dos. Prefieren la marca personal porque es difícil ordenar una defensa sin un par de gritos certeros.
Jamás se me hubiese ocurrido que un partido podía no tener las voces del rival, tuve que enfrentarlos para tener una de las experiencias más lindas y diferentes vividas en el potrero, en ese clima, en ese tipo de cancha, con esos compañeros anónimos pero con los que uno se puede comunicar con un grito, con esas jugadas preparadas a veces en sociedades, con esas marcas personales, con esos dos tiempos, con esos goles, que usted se prestó a soñar, pero que seguro aunque trate, no podrá imaginarlo.